Anécdotas del libro

El Dr. Josep Maria Gil-Vernet (Barcelona, 1922), pionero absoluto de los trasplantes, con Llibert Raduà Gassó (Barcelona, 1935), que en 1969 recibió un riñón de su hermano gemelo (univitelino). 42 años después, Llibert Raduà sigue en perfec ...ta forma física y en plenitud de facultades. En la consulta periódica con Gil-Vernet, "el rei de los trasplantes" ha revisado los anàlisis "perfectos" del trasplantado; Raduà es ahora el trasplantado más antiguo del planeta y un caso único por otras razones: hoy, en la consulta, ambos han acordado (por escrito) que el día en que llegue la hora final, si es que eso sucede, el riñón de Raduà serà otra vez trasplantado a otro enfermo. Increíble. Gil-Vernet ha querido que posáramos entre los dos colmillos gigantestos del gran elefante de Kenia que cazó en uno de sus numerosos safaris y cacerías al continente africano. Su faceta de cazador es fundamental para entender la parte más íntima y genial del personaje.


El profesor Salvador Gil Vernet (iniciador de la saga de prestigiosos urólogos barceloneses) fue operado de próstata por su hijo Josep Maria. Salvador Gil Vernet, presidente de la Sociedad Mundial de Urología, sonrió por fin tras la interve ...nción, una afección prostática. En la fotografía, 1970 -la primera visita de su cirujano y alumno-, es en el fondo una gran lección de vida. El eminente y prestigioso catedrático de urología, hombre férreo y temido incluso por sus golpes de autoridad, había prohibido al hijo que dejara de participar en cacerías y concursos de tiro Pichón, bajo pena de dejar de pagarle la carrera. La sorpresa le vino al padre el día en que se enteró por los periódicos que el primogénito se estaba sacando la carrera de medicina vendiéndose las copas de plata que ganaba por toda la península, en múltiples concursos de tiro, uno detrás de otro. Poco imaginaba el padre y -excelso profesor de anatomía- que su hijo se convertiría en uno de los mejores y más atrevidos cirujanos del siglo XX (primer trasplante de riñón en España). El padre, por fin, sonreía ante la evidencia.